Beatriz Mansilla es ejidense. Tiene 31 años y es neurocirujana en el Hospital Gómez Ulla de Madrid. Quizás es una de las primeras que tomó conciencia de la que se avecinaba cuando en su hospital aterrizaron los primeros españoles repatriados de China para pasar la cuarentena. Estudió el Bachillerato en el IES Murgi y se graduó en Medicina en la Facultad de Granada, donde también preparó el MIR, hasta que obtuvo plaza en el Hospital de La Paz de Madrid para hacer la residencia.
Apenas lleva un año y medio como adjunta de neurocirugía (tras los seis años de especialidad) y le ha tocado vivir en primera línea uno de los capítulos más negros de la historia con la pandemia del Covid-19. «No vivimos en un ambiente de pánico ni de resignación», reconoce, ya que «hay que trabajar, así que te proteges, proteges al resto y entras a trabajar». Es más, la neurocirujana afirma con decisión que «sabes que estás haciendo un servicio, como lo hacemos siempre, para eso me hice médico». Beatriz Mansilla no se achica, a pesar de llevar sola en su casa confinada las primeras 24 horas desde que estalló la crisis. Y es que el domingo empezó a mostrar algunos de los síntomas que alertan del contagio y el lunes se sometió a la prueba. «No he dado síntomas graves. El domingo empecé a notar que no olía nada y sobre todo que no saboreaba», explica la neurocirujana. Como buena médico, empezó a investigar sobre estos síntomas que aún no estaban demasiado identificados con el coronavirus. Un experto alemán indicaba en un estudio que dos tercios de los pacientes que presentaban estos síntomas daban positivo en Covid-19, detalla Mansilla, que también acudió a un estudio de la Sociedad Española de Neurología donde aportaban datos similares. Por eso, el lunes acudió al servicio de Salud Laboral del Hospital Gómez Ulla. «Tú puedes sentirte bien, pero tienes una responsabilidad con el resto», declara. Mientras espera los resultados de la prueba, que tardan entre 24 y 48 horas, ha atendido a IDEAL El Ejido, lo que la hace sentirse más cerca de los suyos, de su familia, que reside en el municipio ejidense. «Ayer cuando salí del hospital pensé en las ganas que tengo de ir a mi playa», confiesa Beatriz Mansilla en un momento de la conversación, pero lo que más echa de menos ahora es a su familia. Aún así, se confiesa una persona «bastante solitaria», aunque reconoce que «lo malo de la soledad impuesta es que hay una sensación de soledad impuesta es que hay una sensación de tristeza general y ya no apetecen tanto esas cosas que siempre tienes pendiente hacer y que te impide el día a día», manifiesta.